A mi madre le diagnosticaron hace unos meses una enfermedad incurable. Mi padre y ella llevan más de cincuenta y dos años juntos. De hecho, celebraron sus bodas de oro hace poco, concretamente este verano. Para la ocasión, mis hermanos y yo les regalamos una estancia de lujo en el hotel de cinco estrellas, Mercer Barcelona. Un edificio espectacular ubicado en el corazón del barrio gótico de Barcelona a escasos metros de la catedral, de El Born, del Museo Picasso y del Palau de la Música. A mi madre siempre le ha gustado mucho Cataluña, y sobre todo la ciudad condal, ya que es allí donde conoció a mi padre cuando trabajaba de dependienta en una de las tiendas del casco antiguo. Ambos nos contaron siempre que entre ellos fue un flechazo a primera vista. Con lo cual, tras regalarle esta escapada, mi madre mirando a mi padre con cariño le soltó: “¡Qué bonito regalo! ¿Verdad? ¡Sí! Enamórame otra vez…” Fue un momento muy emocionante y dulce a la vez a pesar del matiz trágico de la situación.
Un hotel de cinco estrellas único y cautivador
Nos decantamos por este maravilloso hotel tras haber visto las fotos y las distintas ofertas en Internet que proponía. Éstas nos parecieron fabulosas y no nos lo pensamos mucho. ¡No se celebra una boda de oro cada año! Además, el edificio de gran valor arquitectónico, construido sobre una parte de la muralla romana de la antigua Barcino con sus arcos medievales y frescos originales del siglo XII, se prestaba perfectamente para esta tan señalada ocasión y para aguardar un amor tan fuerte y verdadero como el de mis padres. ¡Se lo merecían!, siempre han demostrado ser un modelo de honestidad, de bondad y de valentía. Relajarse unos días en un hotel que apostaba por la conservación, la puesta en relieve del patrimonio y la cultura de los edificios, mezclando lo antiguo con lo moderno con un arte y un gusto exquisito, nos pareció ser el mejor regalo de cumpleaños de boda puesto que mi padre había sido profesor de historia. Además, ambos son unos estetas a quienes lo bello en todas las áreas de sus vidas les ha parecido siempre primordial. De hecho, para mis hermanos y para mí, el arte es también obligatorio y necesario en nuestros entornos. ¡Qué aburrida sería efectivamente la vida sin el Arte! ¿No? En tan feérico lugar, mis padres disfrutarían de un ambiente sobrio y refinado en el centro de un barrio emblemático, como lo era el del barrio gótico de la ciudad condal, origen y alma de esta espectacular ciudad. El diseño contemporáneo y elegante del hotel sin ninguna pretensión les ofrecía un servicio excepcional e intuitivo. “¡Les gustaría seguro!”, pensamos y así fue… Han pasado unos cuantos meses desde aquella bonita y agradable estancia en el Hotel Mercer Barcelona y, sin embargo, mis padres todavía nos la siguen agradeciendo y la recuerdan con sumo cariño y cierta nostalgia. Ellos son de una generación en la que lo viejo y estropeado se intentaba reparar y si eso no era posible ¡pues no lo era pero por lo menos se había intentado arreglar! Eso es lo que nos han repetido siempre y son la prueba viva de ello. Mis padres son una pareja ejemplar que a pesar de sus altibajos siempre han permanecido unidos y fieles el uno para el otro así como a sus convicciones. Por todo ello, desde el anuncio de la terrible enfermedad de mi madre, disfrutan de cada momento pasado juntos: de una puesta de sol, de un paseo matutino, de un buen queso acompañado de un buen vino y, sobre todo, de la compañía del uno y del otro… ¡Hasta que la muerte los separe!