Yo me acuerdo que desde muy pequeñita me emocionaba al ver regatas en la televisión. No sé por qué, pero era así… Había por aquel entonces pocas mujeres navegantes, pero las que había me magnetizaban. Recuerdo sobre todo a una de ellas: Florence Arthaud, una francesa de pelo rizado que me parecía muy guapa y a la que llamaban “la novia del Atlántico”. ¡Me gustaba mucho! Se dice que hay poca afición femenina a la vela. No sé, lo dudo un poco… Pero, de lo que sí estoy segura es que cada vez hay más mujeres metidas en este mundillo, e Isabelle Autissier o Ellen Mc Arthur lo han demostrado y siguen haciéndolo a su manera. Todo ello, para decirles que cuando les anuncié a mis padres que yo también quería aprender a navegar, pues, la verdad es que no les extrañó demasiado mi petición.
Lo único que me dijeron es que en Madrid no había playa, y yo sólo les contesté: “¿Y qué? ¿Acaso eso es un problema? ¿Acaso no se puede navegar por río?” Por lo demás, ya no hubo más preguntas y como teníamos la suerte de tener en Madrid el Primer Centro de Enseñanza de Náutica de Recreo Homologado por la Dirección General de la Marina Mercante con nº de registro y autorización APENR – 1, llamado NAUTIMAR® que impartía Cursos teóricos para la obtención de las diferentes Titulaciones de Navegación de Recreo y realización de las Prácticas obligatorias de Seguridad y Navegación para todas estas Titulaciones, así como las opcionales de Vela en su Escuela de Navegación, pues, mi inscripción y todo lo demás se hizo de la manera la más natural y sencilla posible. Iba por fin poder dar rumbo a mi pasión y aprender a desarrollar diversas actividades náuticas en las que aprendería a navegar en los diferentes tipos de cursos de aprendizaje a vela, cruceros y de navegación astronómica, etc. ¡Qué ganas tenía!
Navegar, un deporte para mujeres también
¡Pues claro que navegar puede ser un deporte para mujeres también! Está completamente obsoleta la imagen del viejo lobo de mar con su piel curtida, su pipa en la boca y su dura mirada escrutando fijamente el mar. En cuanto a lo de poner de realce que se trata de un deporte para hombres puesto que se necesita tener mucha fuerza física para navegar, yo tan sólo argumentaría que a día de hoy ello ya no es en absoluto verdadero ya que con las ayudas mecánicas y los elementos desmultiplicadores del barco cualquier persona es capaz de manejar estos distintos aparatos. Con lo cual, lo de tener mazas en los brazos al puro estilo de Popeye para navegar ya no es necesario.
Y bueno… ¿Conocéis al navegador suizo Bernard Stamm? Pues, que yo sepa este campeón es más bien menudito y ello no le impide comérselos a todos… ¡Entonces! Yo, por ejemplo, tampoco soy muy espesa pero estoy segura que lo haré bien al igual que cualquier otro alumno hombre de la academia. Es verdad que he podido constatar que en las clases de PER o de Patrón había muchos más hombres que mujeres, pero yo pienso que ello es la consecuencia normal de la imagen que se le ha dado a este deporte a lo largo de todos estos años por una sociedad machista basada en el modelo del patriarcado. No obstante, siempre hubo a pesar de ello mujeres navegadoras. En la Armada, como en las demás marinas estaba totalmente prohibido llevar mujeres a bordo.
No obstante, eso no le impidió a Ana María Antonia de Soto embarcarse con tan sólo dieciséis años, haciéndose pasar por hombre para que tal proeza fuera posible. Así pues, esta valiente mujer participó en la guerra de la Convención contra Francia y en el combate de San Vicente en el año 1797. Pero, un día se descubrió su auténtica naturaleza, no obstante, y hecho muy extraño, no fue castigada por haberse hecho pasar por hombre y haber navegado ya que gracias a los buenos informes que poseía se le otorgó por lo contrario una recompensa. Pues, el rey le concedió una pensión de por vida, así como el hecho de poder usar las insignias militares y el grado de sargento primero. ¿Qué me decís? ¿Eh? Por supuesto que queda mucho trabajo por hacer. Sin embargo, yo estoy convencida de que todo ello cambiará pronto porque se ven cada vez más mujeres en las academias para aprender a navegar, como es el caso en Nautimar, porque no sólo estoy yo, ¡sino unas cuantas otras chicas más!